Presentación
Esta nueva herramienta, que aportará elementos fundamentales para la conservación y restauración de la vegetación natural del territorio colombiano, especialmente a la hora de trazar planes de desarrollo locales y regionales, fue presentada por el profesor Jesús Orlando Rangel, investigador del ICN y director científico del proyecto.
Ver másLa historia del Instituto Nacional de Ciencias Natural comienza con la creación del Departamento de Botánica, en 1936, por iniciativa del profesor Enrique Pérez Arbeláez, quien había rescatado las colecciones de José Jerónimo Triana, para conformar el herbario nacional.
En 1939, el Departamento de Botánica es renombrado como Instituto de Botánica y en 1940, se le denomina Instituto de Ciencias Naturales, que se ha constituido en referente para el país y el mundo del conocimiento de la biodiversidad y de la investigación científica.
El director del ICN, profesor Miguel Gonzalo Andrade, hace un recuento de la trayectoria del Instituto y de los grandes aportes al estudio de la biodiversidad en Colombia, especialmente las investigaciones en taxonomía(línea tradicional) y los giros en ecología, diversidad y conservación, El Instituto lidera y publica revistas como Caldasia, y series especializadas José Jerónimo Triana, y Colombia Biodiversidad Biótica y las guías de campo.
El mapa de vegetación natural le permitirá al país determinar cuáles son las especies más aptas para recuperar, restaurar o rehabilitar en cerca de 24 millones de hectáreas que han perdido su cobertura original por causa de la deforestación, la ampliación de la frontera agrícola y los desastres naturales, entre otros fenómenos.
El proyecto surgió como una de las metas del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 en el que se planteó, entre los grandes retos del país, la restauración de 301.900 hectáreas.
Dicho logro se enmarcó en otra meta sombrilla que contempla la conservación de 701.900 hectáreas en las cuales se pueden impulsar sistemas agroforestales y silvopastoriles, entre otras estrategias que atienden a la Década de la Restauración convocada por la Organización de Naciones Unidas, como un desafío para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Así lo explica Carlos Andrés Suárez, funcionario de la Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del MADS, quien se encuentra vinculado a esta iniciativa, por medio de la cual se espera ofrecer información detallada y completa -documentada en la historia y registrada en exploraciones de campo- sobre la vegetación nativa del territorio colombiano, lo que le permitirá a las autoridades ambientales, nacionales y regionales, contar con una hoja de ruta a la hora de planear el desarrollo de sus respectivas regiones, ya sea en materia de obras de infraestructura, modelos agroecológicos o proyectos industriales.
En su opinión, se trata de un gran aporte interinstitucional y de una valiosa información en términos científicos, ya que se compila todo el registro de la vegetación existente en el territorio nacional. Además, menciona que “es una verdadera hazaña disponer de toda la información de un país tan biodiverso como Colombia, poder analizar una formación vegetal y su relación con otras.”.
“En jornadas de recuperación o reforestación, tradicionalmente, se utilizan especies nativas y exóticas, pero con este mapa se tendrá la información técnica y científica, para orientar sobre las especies que se deben utilizar en determinado lugar con base en el tipo de vegetación natural del área correspondiente”, detalla el contratista del MADS, quien asegura que actualmente se advierte este vacío de información.
“Si bien los institutos de investigación han generado documentos, estos no abarcan los diferentes tipos de asociaciones vegetales (tipos) que hay en el país, por lo que se vio la necesidad de empezar a contactar y articularlos, para revisar la disponibilidad de dicha información y con base en eso plantear la generación del mapa de vegetación, a escala fitogeográfica, para establecer cómo están asociadas las plantas, los “parches” o combos que forman y, de esta manera, orientar estos procesos de restauración a diferente escala.
En ese sentido, el asesor Suárez destaca que con el mapa de vegetación no se hablará solo de la restauración de bosques de roble, sino también de las especies asociadas a este como los encenillos y los pinos colombianos.
“El mapa es un insumo académico para aquellas personas que requieran hacer restauración y para quienes quieran implementar sistemas sostenibles, teniendo en cuenta que en esos parches naturales se podrá encontrar especies multipropósitos como -madera, alimentación, entre otros, con lo cual se podrá sacar un mejor provecho sin degradar los suelos.”, menciona.
Igualmente, el profesional del MADS considera importante adaptar la riqueza natural del país a las nuevas condiciones climáticas, para lo cual el mapa resulta una herramienta fundamental.
Todas las posibilidades que ofrece la plataforma de Google Earth Engine y otras herramientas tecnológicas permitieron desarrollar una novedosa metodología para precisar-determinar la distribución geográfica de la vegetación del país.
El biólogo, y magister en Geografía, Larry Niño, doctorando en Ciencias- Biología en la UNAL, y autor de la metodología desarrollada, explica que se trata de una aproximación tecnológica para estudiar y visualizar conjuntos de datos geoespaciales que ha cambiado paradigmas en la forma como se acceden, procesan y analizan los datos provenientes de miles de imágenes satelitales.
Para obtener las imágenes multidimensionales en las que se fundamenta la cartografía del país se utilizaron tres sensores: dos tipo radar y uno óptico, estos proveen datos con distintas perspectivas para diferenciar y clasificar los tipos de vegetación por medio de técnicas de inteligencia artificial, particularmente Machine Learning o aprendizaje de máquinas.
“Un radar de banda L nos da información sobre características físicas del terreno donde se desarrolla determinada vegetación, por ejemplo, qué tanta humedad presenta o qué textura tiene; el radar banda C indica propiedades fisionómicas de la vegetación, como qué tan denso es un bosque o qué tan abierto un pastizal, y los sensores ópticos nos proveen la respuesta espectral diferenciada de la vegetación a longitudes de onda del espectro visible e infrarrojo”, detalla el biólogo Niño.
Estos tres tipos de imágenes proveen alrededor de 11 bandas o porciones del espectro electromagnético que permiten clasificar, según sus valores digitales, los distintos tipos de vegetación y su distribución en el territorio nacional.
La herramienta básica para el protocolo de vegetación presenta en tablas la información de la vegetación caracterizada, especialmente por los biólogos, ingenieros forestales, geógrafos y ecólogos, sobre las especies de plantas que dominan en los diferentes tipos y su área de distribución.
“Lo que hacemos es diferenciar sobre el terreno los distintos tipos de vegetación a una escala mínima cartografiable de 5 hectáreas”, subraya el biólogo Niño y agrega que de esa manera se determinan, por ejemplo, los cambios abruptos en la vegetación de la Orinoquia, donde se dan transiciones entre bosques y pastizales.
En cuanto al desafío espacial, se logran establecer límites que definen hasta dónde va determinado tipo de vegetación, de acuerdo con la información ecogeográfica recabada en campo. El mapa, entonces, muestra la distribución de las unidades vegetales, caracterizadas de acuerdo con las especies dominantes y con la semejanza en la composición de las unidades de muestreo. “Con base en esos datos tratamos de desentrañar los patrones que están en la superficie de la tierra”, enfatiza.
Estas nuevas tecnologías tienen evidentes ventajas sobre los métodos tradicionales en los que se debían descargar las imágenes y luego sí procesarlas. Ahora, con el Cloud Computing, se puede acceder a las imágenes requeridas sin necesidad de descargarlas y trabajar con ellas casi en tiempo real.
La zona del Pacífico de Colombia, desde los límites con Ecuador hasta el Urabá antioqueño, incluye áreas de los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño en el sur, y del Chocó y Antioquia en el norte. En el mapa de vegetación se evidencia una pérdida de flora para toda la región de aproximadamente el 18 %, especialmente hacia el sur, donde el 34 % del área ha sido transformada.
En la subregión Chocó Norte se ha perdido más cobertura original dentro de los municipios de Unguía, Acandí, Turbo, Chigorodó, Apartadó, Carepa, Mutatá y Belén de Bajirá; en la subregión Chocó Sur la mayor transformación de vegetación natural se presenta en los municipios de Tumaco, El Charco, Guapi, La Tola y Buenaventura.
Para el procesamiento y elaboración de aproximaciones cartográficas de la zona sur del Chocó biogeográfico, a cargo de los ingenieros ambientales Noralba Carvajal y Fernando Jiménez, se utilizaron 521 puntos de muestreo en los que se aprecian los manglares en la parte costera, diferentes tipos de bosques de guandales en la llanura de inundación y palmares en terrazas y áreas de tierra firme. En el norte, a cargo del equipo de investigadores del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP), se llega hasta el Urabá chocoano y Antioquia.
Luchando contra el impedimento que representan las nubes en las imágenes satelitales, por la alta pluviosidad que caracteriza a esta zona, los dos integrantes del equipo de investigación del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) tuvieron que modificar el código de programación de la plataforma Google Earth Engine para “despejar” la zona y facilitar la obtención de datos correspondientes a la zona sur del Chocó biogeográfico.
“A medida que uno se va desplazando hacia el sur de Nariño, en límites con Putumayo, se observan más áreas intervenidas, hay más blancos y vegetación no natural, en contraste con la zona que se encuentra hacia el departamento del Chocó, que está más conservada”, detallan los investigadores.
En el sector sur ‑Valle del Cauca, Cauca y Nariño- se caracterizaron nueve formaciones a nivel de alianza fitosociológica y una muy particular de playa -a orillas del río- presente en la isla Gorgona, esta alianza se caracteriza por la presencia de un árbol conocido como majagua, bastante común en las playas de islas con árboles grandes y muy coloridos, especialmente adornados de flores amarillas, además de otras especies como Canavalia maritima “haba de bahía” o “haba poroto”.
En la isla Gorgona se encuentra una alianza que se caracteriza por la presencia del árbol conocido como majagua.
En los manglares del sur dominan dos especies (Rhizophora mangle y R. harrisonii) con diferente área de cubrimiento, en algunos casos en parches hasta de 250 hectáreas.
Los ingenieros también mencionaron que en la parte central, hacia el Cauca, se encontraron alianzas o tipos de vegetación más propias (mayor cubrimiento) de la zona norte, especialmente en las áreas que bordean los mangles, dominados por especies de Inga (guamo) y Pentaclethra macroloba (espadero).
No obstante, señalan que, en comparación con las zonas Caribe y Andina, la vegetación del Chocó biogeográfico se encuentra muy conservada y con una riqueza inmensa para preservar. Adicionalmente, se puede pensar en recuperar algunos de los parches transformados.
El director científico del mapa, profesor Orlando Rangel, presenta así la riqueza vegetal del Chocó biogeográfico.
El subdirector de Investigación del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP), Giovanni Ramírez, destaca el mapa de vegetación natural realizado bajo la dirección del profesor Rangel del ICN, y los beneficios de esta nueva herramienta tecnológica, al momento de tomar decisiones sobre el manejo de la biodiversidad en el Chocó Biogeográfico, amenazada por 4 motores de destrucción.
Para el funcionario, la minería, la ganadería, la ampliación de la frontera agrícola y los cultivos ilícitos -los motores 4 de pérdida de la biodiversidad en zonas como el Chocó Biogeográfico- se pueden monitorear a tiempo con el mapa de vegetación natural elaborado por el ICN, bajo la dirección científica del doctor Jesús Orlando Rangel Ch., investigador y docente de esta institución de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Al expresar su satisfacción por formar parte del equipo investigativo encargado de la elaboración del mapa, el directivo habló de la importancia que representa para el país contar con esta nueva herramienta de monitoreo de la vegetación natural en todo el territorio nacional.
¿Qué significa este proyecto para la zona del Chocó biogeográfico que se ha dicho que siempre es muy frágil?
Giovanni Ramírez: El país estaba en deuda de generar una herramienta que permitiera conocer más allá de la biodiversidad, y en este caso de la flora, cómo funciona su vegetación en cada uno de los territorios; Colombia, siendo un país tan biodiverso, tiene condiciones muy especiales y el Chocó Biogeográfico no es la excepción.
Creo que hemos hecho un esfuerzo muy grande en el territorio, acompañados de conocedores de la biodiversidad del país, en este caso el profesor Jesús Orlando Rangel, uno de los máximos exponentes del conocimiento de la biodiversidad y de la vegetación en particular.
Nos hacía falta esa herramienta para tomar decisiones desde el sector ambiente, yo hago parte de uno de los 5 institutos del Sistema Nacional Ambiental (SINA) -IDEAM, instituto Sinchi, Alexander von Humboldt y el IAAP, que tiene jurisdicción en el Chocó Biogeográfico.
Las herramientas para tomar decisiones son muy limitadas, y en el caso de la vegetación, que se constituye en el esqueleto de los ecosistemas, el mapa nos permite acercarnos a temas de restauración, a saber cómo están nuestros bosques, como se comportan y, sobre todo, como usarlos de manera positiva. Es un punto de partida para hacer un muy buen uso de la biodiversidad en las regiones natruales del país.
¿Qué lectura preliminar de este mapa puede hacer Ud., cómo estamos en vegetación de esta región?
G.R.: Los estudiosos coincidimos mucho con los levantamientos del mapa, algunos fueron levantados por nosotros mismos, por el profesor Rangel. Pero la lectura que hacemos es que todavía tenemos una gran franja conservada que presenta sus asociaciones típicas, vemos con preocupación que en algunos puntos ha sido muy acelerado el proceso de transformación de ecosistemas y, en especial, la transformación del esqueleto vegetal. Por eso sentimos que en este momento el mapa nos permitirá llegar al buen ejercicio de aumentar el conocimiento sobre esta vegetación. Con las autoridades ambientales, se deben emprender ejercicios de conservación y mejorar las condiciones estructurales y así determinar cómo volver a los ecosistemas que tuvieron esas asociaciones y que pudieran incorporarse en el Plan Nacional de Restauración para que sigan prestando sus servicios ambientales.
¿En el mapa está toda la información requerida?
G.R: Si, esta herramienta nos presenta en positivo una radiografía con información más precisa sobre dónde están los problemas y las dificultades en el Chocó Biogeográfico, para promover ejercicios de mejora de estas condiciones.
Pero no todo es negativo…
G.R.: No, el mapa también nos muestra que hay un gran porcentaje de la zona que está en buenas condiciones.
¿Cuáles son las principales causas de pérdida de biodiversidad en el Chocó Biogeográfico?
G.R: A las actividades extractivistas como la minería, que es el principal motor de pérdida de la biodiversidad en el Chocó Biogeográfico, se suma la ampliación de la frontera agrícola, la ganadería y, en los últimos años, los cultivos ilícitos.
¿Qué zonas del Chocó Biogeográfico son las más afectadas?
El mapa muestra cómo el norte, que es la región del Darién y Urabá -de Antioquia y Chocó-, por todos estos motores, tienen problemas estructurales y han comprometido la vegetación típica.
Igualmente, en la zona sur, en el San Juan, debido a la minería, y también al sur, en Nariño y, específicamente, en Tumaco, Guapi Timbiquí, hay muchos problemas asociados con la minería. Ahí tenemos un panorama de puntualizar zonas, ver situaciones y tomar decisiones para hacer una gestión ambiental correcta.
Frente a su preocupación por las zonas degradadas, ¿cuáles son las principales amenazas?
G.R.: Primero, por no tener una herramienta, hay poca planificación del uso del territorio en sus atividades productivas, eso hace que grandes áreas muy sensibles, de asociaciones que solo se dan en ciertos espacios, se vean involucradas en cambios del uso del suelo.
¿Qué acciones han pensado para recuperar la vegetación y tratar de conservar lo que queda?
G.R.: Aquí hay que hacer un ejercicio de ordenar el territorio y luego planificar su uso. Hay que homologar las herramientas como el mapa y armonizarlas para tener una escala de detalle que nos permita tomar las mejores decisiones.
Desde el Instituto, buscamos poner cada cosa en su sitio, planificar, este es un territorio donde el 80% está titulado a comunidades negras e indígenas y esto hace que, en una mirada ordenada del mapa, podamos hacer esa línea de tiempo que nos ubique los elementos que tenemos en el territorio para su manejo, conservación y uso, a partir de su potencial, con el objetivo de no perder el capital natural ni la oferta que tienen estos ecosistemas en los servicios que prestan a las comunidades.
¿De quién dependería este compromiso de conservar, regenerar?, ¿quiénes son los dolientes del Chocó Biogeográfico?
G.M.: Esto tiene que ser una apuesta sectorial del SINA, porque muchas veces creemos que la responsabilidad recae solo en el MADS y no es así. Se trata de un sistema que desborda el MADS, incluye a las CAR, los institutos de investigación. En el caso del Chocó, compartimos nuestra jurisdicción con el Invemar, que también está asociado con franjas importantes como los manglares.
Creo que una combinación de responsabilidades podría hacer que nosotros tuviéramos elementos para una adecuada gestión, luego una posición de país que tenga una mirada multisectorial. Necesitamos, por ejemplo, que el Ministerio de Agricultura sepa qué hacer; que el Minminas también sepa cómo desarrollar minería sostenible en el territorio, que las mismas autoridades encargadas de las obras de infraestructura se pongan de acuerdo.
La responsabilidad central es del SINA y luego es necesaria una articulación intersectorial que permita una gestión adecuada, tanto de la vegetación como de los servicios ecosistémicos que se prestan.
¿Cómo fue la experiencia para llegar al mapa de vegetación natural?
G.R.: Este ejercicio no fue muy fácil, porque tiene muchísimos elementos que inciden, creo que no había mejor coordinador que el profesor Rangel, por su amplio conocimiento del territorio.
El mapa es un punto de partida, una base muy importante, el país no contaba con esta herramienta, tomamos todo el legado que han dejado los estudiosos de la vegetación, para saber qué teníamos y qué tenemos ahora para el desarrollo adecuado de la gestión ambiental.
Creo que desde el Chocó Biogeográfico nosotros tenemos mucha tranquilidad por este ejercicio que nos sorprende en algunas situaciones que no creíamos que estaban tan marcadas en el territorio, pero también nos da la tranquilidad de que tenemos un amplio territorio conservado y que en los bosques tiene posibilidades para generar un desarrollo y combatir la pobreza propia de esta región.
Más del 70% de la vegetación natural(original) de la región Caribe ya no existe, según los datos recopilados que sirvieron para elaborar el mapa de la vegetación natural.
En la presentación del mapa correspondiente a la región Caribe, el biólogo John Infante recordó que la temprana intervención del territorio y de los ecosistemas de una de las zonas más heterogéneas de Colombia en materia de paisaje y vegetación empezó a darse con los procesos de colonización que se impulsaron a lo largo de los ríos Magdalena y Cauca.
Según el magíster en Biología, esta región del norte del país aparece en el mapa distribuida en varias subregiones que abarcan La Guajira, la Serranía del Perijá hasta la parte media del Cesar, la parte baja de la Serranía de San Lucas y el norte de la cordillera Occidental hasta llegar a la jurisdicción de Turbo, en Antioquia.
En el contexto de la fisiografía del Caribe se diferencian tres sectores principales, las planicies, las zonas montañosas y un componente importante de humedales, tales como la Ciénaga Grande de Lorica, La Mojana, la Ciénaga de Zapatosa y la Ciénaga Grande de Santa Marta, que figuran entre las áreas que históricamente han sido más transformadas.
De norte a sur, la región desértica del Caribe, especialmente La Guajira, muestra a los matorrales dominados por elementos como “el trupillo” (Prosopis) y a los cardonales dominados por especies de cactus (Stenocereus, Hylocereus). Otro elemento muy común en los parches de bosques ralos que se muestra en el mapa de vegetación es el “cañaguate o polvillo” (Handroanthus).
Ya en las planicies se manifiesta el dominio del árbol conocido comúnmente como “caracolí” (Anacardium excelsum), el cual aparece a lo largo de los cuerpos de agua y en zonas húmedas, en particular en las áreas de bosques de los Montes de María; se distribuye igualmente en estribaciones de las cordilleras Central y Occidental.
Las unidades geomorfológicas de primer orden para la región Caribe incluyen a las sierras y serranías como la Sierra Nevada de Santa Marta, serranías de Abibe, San Jerónimo-San Jacinto, Luruaco y Ayapel; también las áreas planas con vegetación abierta “sabanas o sabanales”, las llanuras aluviales y a los complejos cenagosos de los ríos Sinú, San Jorge, Cauca, Magdalena, Ranchería y Cesar; además figura la “altillanura o altillano” de Chimiquica, que alberga sedimentos del Terciario, las capas de Zambrano y ocupa la depresión gravimétrica (cuenca de Plato) más pronunciada del Caribe.
Las ciénagas actuales provienen de antiguos sistemas de paleociénagas establecidas en el territorio desde el Plioceno tardío-inicios del Cuaternario (Jaramillo et al., 2012).
En la fisiografía de la región Caribe se diferencian las planicies, que son interrumpidas por macizos montañosos como la Sierra Nevada de Santa Marta y las serranías de Macuira en La Guajira; de San Lucas y San Jacinto, en Bolívar, y de Perijá, en Cesar y en La Guajira. Estos macizos ejercen un papel fundamental en la diferenciación climática a lo largo del gradiente topográfico que se genera y originan centros de concentración de lluvias que se apartan del patrón de la planicie.
Se podría afirmar que todo el territorio de los departamentos de Córdoba, Sucre y Atlántico presenta regímenes de lluvias del tipo unimodal-biestacional con la influencia marina. La mayor parte del territorio de los departamentos del Cesar y La Guajira y varias localidades de los departamentos de Bolívar y Magdalena presentan régimen de distribución bimodal-tetraestacional que se asocian con la cercanía o influencia de los macizos, la Sierra Nevada de Santa Marta y las Serranías de Perijá, San Lucas y La Macuira.
En la zona norte del Caribe se presentan climas árido, semiárido y semiseco que van disminuyendo hacia el sur, donde se tornan en climas semi y ligeramente húmedo, húmedo y muy húmedo en localidades de los departamentos de Bolívar, Córdoba y Cesar (Rangel & Carvajal, 2012).
En el ordenamiento ecogeográfico de Rangel (2012) se consideraron las subregiones árido-seca, que incluye desde La Guajira hasta límites con los departamentos del Magdalena y del Cesar; zonas semihúmedas y húmedas en localidades de los departamentos de Córdoba, Magdalena (Sierra Nevada de Santa Marta), Atlántico, Sucre y Cesar (serranía de Perijá); macizos, en la Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía de Perijá; áreas húmedas del Magdalena medio, Ciénagas del Caribe y zona húmeda-superhúmeda, del sur de Córdoba.
La sistematización y la representación cartográfica de la información sobre las unidades de vegetación de la Orinoquia permitió establecer que el 73 % de estas todavía se encuentran cubiertas por especies nativas. 6
La Orinoquia, o región de los Llanos Orientales, comprende desde el piedemonte de la cordillera Oriental en el Oeste, hasta el río Orinoco al este, y desde el río Guaviare al sur hasta los ríos Arauca y Meta en los límites con Venezuela, al norte.
Las formaciones vegetales establecidas en la Orinoquia de Colombia (Rangel & Minorta, 2014), incluyen: palmares, con especies que pueden alcanzar más de 25 m de altura, preferentemente se disponen sobre sitios con buen contenido de agua en el suelo. Cuando se comparte la dominancia con otras especies arbóreas (no palmas) se considera un palmar mixto. Los bosques altos -vegetación con un estrato de árboles mayor de 20 m de altura y los matorrales o matas de monte, con elementos tipicos como el chaparro (Curatella americana) y el peralejo (Byrsonima crassifolia).
Estos tipos de vegetación son más frecuentes en los paisajes de la altillanura.
En los mapas figuran las representaciones de 24 alianzas/formaciones de bosques con una extensión aproximada de 7,4 millones de hectáreas, donde predominan los bosques mixtos de la alianza Attaleo maripae – Iryantherion laevis que agrupa bosques y palmares, equivalentes al 49 % de las áreas boscosas.
En cuanto a los pastizales naturales, se diferenciaron 20 alianzas/formaciones en cerca de 9,6 millones de hectáreas, las cuatro unidades con mayor extensión, con el 45 % de los pastizales, corresponden a los de Paspalo pectinati – Axonopodion aurei, los de Axonopodo aurei – Trachypogonion spicati, los de Paspalion carino – pectinati y los de Rhynchosporo barbatae – Axonopodion ancepitis. Hay una mayor variedad de pastizales en la llanura aluvial.
La composición de la flora, de la vegetación y de los ecosistemas que se establecen en las cordilleras de Colombia, está relacionada con la localidad geográfica y la expresión del clima, el suelo, el subsuelo, la inclinación y la exposición de las vertientes.
Caldas (1951) propuso un esquema de clasificación de los pisos climáticos (altitudinales) de Colombia y planteó la influencia decisiva de la topografía en la diferenciación de las franjas altitudinales altas y bajas. Cuatrecasas (1958) produjo el esquema de más amplia aceptación actual sobre la distribución de la vida vegetal en el espacio andino. En el gradiente topográfico (altitudinal) se diferencian las siguientes regiones de vida:
Región de vida paramuna
En el esquema de más amplia aceptación actual sobre la distribución de la vida vegetal en el espacio andino, una definición integradora que puede resumirse así: “la región de vida paramuna en las diferentes cordilleras y macizos de Colombia incluye a las zonas dominadas por la vegetación abierta de pajonales, frailejonales y matorrales, que sustituyen a la vegetación cerrada (bosques de la región andina).
En macizos montañosos coronados por glaciares se extiende hasta el límite inferior de las nieves. La temperatura media anual fluctúa entre 4 ° y 10 ° C (8 ° C). En el subpáramo se alcanzan temperaturas entre 8° y 10° C y en el superpáramo, 0° C”.
La mayoría de las localidades paramunas estuvieron cubiertas por los hielos de la última glaciación. El movimiento de las lenguas glaciares erosionó y transportó las formaciones superficiales originadas en el Terciario y levantadas en la orogenia Andina.
Las principales geoformas son valles en forma de cuna o valles en “u” y las morrenas que facilitan la formación de lagunas en el extremo inferior del valle y los conos rocosos, generalmente de gelifractos.
En la región paramuna se diferencian franjas o subzonas a saber; subpáramo o páramo bajo, páramo medio y super páramo. El monto anual de lluvia en la franja baja o subpáramo (3200-3500 m) es 1716 mm (143 mm promedio mensual). En el páramo medio (3500-4100 m) el monto anual es 1644,3 mm (137 mm promedio mensual).
Los valores de la temperatura media varían desde 10.8°C en el subpáramo hasta 3.9°C en el superpáramo con un valor de 5.9°C en la zona media (Rangel-Ch., 2000b).
Los principales tipos de vegetación con base en la composición florística y en la abundancia-dominancia son:
Pajonales: Vegetación herbácea dominada por gramíneas en macollas. Se encuentran desde el páramo propiamente dicho (3500) hasta el superpáramo (4400 m). Las comunidades con mayor extensión o cubrimiento son las dominadas por Calamagrostis effusa y por especies de Cortadera y Agrostis.
Frailejonales: Vegetación con un estrato arbustivo emergente conformado por las rosetas de Espeletia. Se les registra desde el páramo bajo (3200 m) hasta los límites entre el superáramos y las nieves perpetuas (4500 m); preferentemente logran su mayor representatividad en el páramo propiamente dicho. Son dominantes Espeletia lopezii, Espeletia colombiana, E. congestiflora y Espeletia grandiflora.
Matorrales: Vegetación de porte bajo (hasta 5 m) con predominio de elementos leñosos. Se establecen desde el páramo bajo hasta el superpáramo. Los matorrales con mayor área de distribución están dominados por especies de Linochilus, Pentacalia, Castilleja, Gynoxys e Hypericum.
Prados: Vegetación con predominio del estrato rasante o en algunos casos con un estrato herbáceo pobre en cobertura. Dentro de esta categoría se pueden incluir los cojines o colchones de plantas que crecen sobre cubetas, lagunas y lagunetas como los tremedales de Plantago rigida, Distichia muscoides y Xenophyllum humile.
Chuscales: Vegetación dominada homogéneamente por el bambú paramuno Chusquea tessellata; se establecen en sitios húmedos hasta pantanosos.
Bosques achaparrados: Vegetación con un estrato de arbolitos de 8-10 m de altura dominados por una o dos especies; como los bosques de Polylepis (palo colorado o coloradito), los de Escallonia myrtilloides (tibar) y los de Hesperomeles obtusifolia (mortiño). En algunos casos sus áreas de distribución se han fragmentado debido a la acción de los glaciares.
Región de vida andina
Forma una faja continua desde los 2200 (2400) m hasta los 3150 m (3500 m). En la medida en que se incrementa la altitud, los árboles disminuyen su porte y su área foliar. El monto anual de lluvias varía entre 1000 mm vertiente Occidental y 3000 mm vertiente Oriental. La temperatura media es muy homogénea a lo largo del año, con un valor promedio de 12.9ºC, fluctuaciones entre 11.4ºC y 14.4ºC. En la vegetación de la vertiente Occidental dominan los bosques de Quercus humboldtii (roble) con una diferenciación muy clara según los límites altitudinales. En la vertiente Oriental se establecen bosques con especies de Weinmannia (encenillos) y de géneros de Lauraceae como Ocotea (aguacatillos), Aniba (cominos) y Persea (aguacate). Entre las especies dominantes y características figuran Quercus humboldti (roble), Andea velutina (aguacatillo), Weinmannia microphylla, Weinmannia cochensis (encenillo), Hesperomeles ferruginea (mortiño), Podocarpus oleifolius (pino chaquiro, romerón), Drimys granadensis (canelo de páramo) Clusia multiflora (raque), Escallonia myrtilloides (tibar), Billia rosea (cariseco).
Región de vida subandina
Se extiende entre 1100 y 2350 m de altitud. La vegetación original (actualmente muy transformada) constituía bosques y selvas densas, vigorosas, que constituían la máxima expresión biológica en las condiciones climático‑geográficas actuales. Predominaban las especies arbóreas, los bejucos leñosos y las epífitas. La región sirve de asiento al cinturón cafetero.
Para la vertiente Occidental hay un monto anual de 1263 mm (105,3 promedio mensual) y para la Oriental un monto anual de 3911 mm (326 promedio mensual). En la vegetación de la vertiente Occidental predominan los bosques de Quercus humboldtii (roble). En la vertiente Oriental se establecen bosques dominados por Weinmannia pubescens (encenillo), por Nectandra lineata (laurel), Nectandra globosa (jigua) y por Beilschmiedia sulcata (espadero). Otras especies dominantes en los bosques son Prunus integrifolia (cerezo), Inga edulis (guamo), Chrysochlamys colombiana, Cecropia angustifolia (yarumo), Hyeronima alchorneoides (motilón), Pouteria guianensis (caimo).
Región de vida tropical
Se extiende desde el basamento de las cordilleras hasta 1000 (1100) m de altitud. Los elementos arbóreos alcanzan de 30‑40 m de altura, en los parches conservados son bastante comunes las raíces fúlcreas y las epífitas vasculares. En las partes bajas del bosque se establecen elementos herbáceos de crecimiento exuberante (especies de Calatea, Philodendron, Ichnosiphum, Iraca). Abundan los bejucos leñosos.
El monto anual de lluvias varía entre 1288 mm vertiente Occidental y 3680 mm vertiente Oriental. La temperatura promedio mensual varía entre 27.5°C (franja baja hasta 500 m) y 24ºC (franja alta). Los bosques están dominados por Guarea guidonia, Mayna suaveolens, Astronium graveolens (diomate), Bursera tomentosa (indio desnudo), Cupania americana, Hura crepitans (ceiba lechosa) y Machaerium capote (capote). En las partes más húmedas (valle del Magdalena – Serranía de las Quinchas) dominan los palmares mixtos del Phytelepho seemanni – Dacryodion colombianae.
CONCLUSIONES
LOS MAPAS DE VEGETACIÓN ACTUAL
Formaciones o alianzas
Grandes formaciones u órdenes
El Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB) es una plataforma que alberga millones de datos sobre la fauna y la flora del país, los cuales pueden ser consultados de manera libre y gratuita. Este portal, cuyo objetivo es consolidar el inventario sobre la biodiversidad del país, hoy cuenta con un registro aproximado de 20 millones de datos sobre flora y fauna, es administrado por el Instituto Alexander von Humboldt, pero también participan todos los institutos de investigación del país, entre ellos el Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional y los institutos de Investigaciones del Pacífico (IIAP), de Investigaciones de la Amazonia, Sinchi, de Estudios Meteorológicos y Ambientales (IDEAM) y de Investigaciones Marítimas (Invemar), entre otros.
Adicionalmente, comparten información con organizaciones no gubernamentales, empresas y universidades que envían datos de sus investigaciones para contribuir con el inventario nacional y están adscritos a la Global Biodiversity Information Facility (GIBF), una organización internacional que proporciona acceso abierto y gratuito a datos sobre cualquier tipo de forma de vida registrada en la Tierra.
Del total de registros, los más grandes corresponden a aves, con alrededor de 11 millones, lo que hace que seamos catalogados como el país con mayor diversidad de estas especies. En materia de fauna en general, el SIB cuenta con 70.000 registros, aunque el reto es llegar a los 200.000, aproximadamente, que es el estimativo para el territorio colombiano, según advierte el ingeniero Ricardo Ortiz, quien forma parte del equipo coordinador de este sistema, que califica como una “red de redes”.
La red del SIB ha venido creciendo, especialmente desde 2012 cuando se cambió el modelo, y hoy se cuenta con más de 190 organizaciones que aportan información en esta plataforma y antes de publicarla, primero la verifica.
El equipo coordinador del SIB está compuesto por 4 líneas: cooperación, tecnologías de información, productos y servicios, y equipo de administración y contenidos.
Datos a la vista
Por su parte, el director del SIB, Dairo Alexander Escobar, explica que el sistema facilita el uso de datos de manera libre y gratuita, con una gobernanza colegiada con institutos del Sistema Nacional Ambiental (SINA) y una dirección acompañada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y Parques Nacionales Naturales, es un sistema compartido.
El instituto Humboldt cuenta con el apoyo de la Secretaría técnica para asegurarse de que el sistema opera de manera correcta, explica el funcionario, quien además destaca el modelo del SIB el cual “ofrece la posibilidad de que diferentes tipos de datos que se generan en el país en distintos escenarios puedan ser compartidos”.
Y agrega que, en el caso del mapa de vegetación, se encontró una oportunidad para que por primera vez un proyecto respaldado por el MADS pudiera compartir los datos que sirvieron como insumo para el trabajo dirigido por el profesor Orlando Rangel. “Esas tablas fueron homologadas a los estándares del SIB Colombia para que la comunidad interesada tenga la oportunidad de conocer el dato primario, que sirvió y fue usado en esta metodología”.
El funcionario señala que la inclusión de datos sobre el mapa también sirvió para que los institutos liberaran información asociada con investigaciones sobre la vegetación que antes no se había divulgado por diferentes obstáculos, ya sean técnicos o de carácter presupuestal.
“Con la publicación de los datos se buscó permitirle a la comunidad tener un universo de información mucho más amplio sobre la vegetación del país”, sostiene Escobar.
“El ejercicio de consulta es muy intuitivo, en el portal SIB –biodiversidad.co– es posible buscar los diferentes conjuntos de datos, los mapas están a nombre de la UNAL, como entidad que lideró el proceso, pero es muy fácil acceder a ellos y descargar los diferentes conjuntos de datos, funciona de manera similar a las consultas de revistas tradicionales”.
“En el marco del proyecto, en el portal del SIB, se publicaron más de 63.000 registros biológicos, incluyendo los de levantamiento; hay un enlace directo a la consulta donde están los conjuntos de datos disponibles -un total de 15 conjuntos- que pueden ser consultados en formato tabla, un formato muy familiar para académicos y científicos”, concluye el director.
Información del mapa de vegetación natural, al alcance de todos
Dairo Escobar, coordinador del equipo de trabajo encargado del Sistema de Información de Biodiversidad (SIB), explica el proceso de almacenamiento en esta plataforma de los datos obtenidos para la elaboración del mapa de vegetación natural y cómo consultarlos. “Es un procedimiento sencillo, que no requiere de equipos robustos ni de especificaciones tecnológicas complejas”, menciona.