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“Nos hacía falta esta herramienta para hacer un mejor uso de la biodiversidad”

Para el funcionario, la minería, la ganadería, la ampliación de la frontera agrícola y los cultivos ilícitos -los motores 4 de pérdida de la biodiversidad en zonas como el Chocó Biogeográfico- se pueden monitorear a tiempo con el mapa de vegetación natural elaborado por el ICN, bajo la dirección científica del doctor Jesús Orlando Rangel Ch., investigador y docente de esta institución de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Al expresar su satisfacción por formar parte del equipo investigativo encargado de la elaboración del mapa, el directivo habló de la importancia que representa para el país contar con esta nueva herramienta de monitoreo de la vegetación natural en todo el territorio nacional.

¿Qué significa este proyecto para la zona del Chocó biogeográfico que se ha dicho que siempre es muy frágil?

Giovanni Ramírez: El país estaba en deuda de generar una herramienta que permitiera conocer más allá de la biodiversidad, y en este caso de la flora, cómo funciona su vegetación en cada uno de los territorios; Colombia, siendo un país tan biodiverso, tiene condiciones muy especiales y el Chocó Biogeográfico no es la excepción.

Creo que hemos hecho un esfuerzo muy grande en el territorio, acompañados de conocedores de la biodiversidad del país, en este caso el profesor Jesús Orlando Rangel, uno de los máximos exponentes del conocimiento de la biodiversidad y de la vegetación en particular.

Nos hacía falta esa herramienta para tomar decisiones desde el sector ambiente, yo hago parte de uno de los 5 institutos del Sistema Nacional Ambiental (SINA) -IDEAM, instituto Sinchi,  Alexander von Humboldt y el IAAP, que tiene jurisdicción en el Chocó Biogeográfico.

Las herramientas para tomar decisiones son muy limitadas, y en el caso de la vegetación, que se constituye en el esqueleto de los ecosistemas, el mapa nos permite acercarnos a temas de restauración, a saber cómo están nuestros bosques, como se comportan y, sobre todo, como usarlos de manera positiva. Es un punto de partida para hacer un muy buen uso de la biodiversidad en las regiones natruales del país.

¿Qué lectura preliminar de este mapa puede hacer Ud., cómo estamos en vegetación de esta región?

G.R.: Los estudiosos coincidimos mucho con los levantamientos del mapa, algunos fueron levantados por nosotros mismos, por el profesor Rangel. Pero la lectura que hacemos es que todavía tenemos una gran franja conservada que presenta sus asociaciones típicas, vemos con preocupación que en algunos puntos ha sido muy acelerado el proceso de transformación de ecosistemas y, en especial, la transformación del esqueleto vegetal. Por eso sentimos que en este momento el mapa nos permitirá llegar al buen ejercicio de aumentar el conocimiento sobre esta vegetación. Con las autoridades ambientales, se deben emprender ejercicios de conservación y mejorar las condiciones estructurales y así determinar cómo volver a los ecosistemas que tuvieron esas asociaciones y que pudieran incorporarse en el Plan Nacional de Restauración para que sigan prestando sus servicios ambientales.

¿En el mapa está toda la información requerida?

G.R: Si, esta herramienta nos presenta en positivo una radiografía con información más precisa sobre dónde están los problemas y las dificultades en el Chocó Biogeográfico, para promover ejercicios de mejora de estas condiciones.

Pero no todo es negativo…

G.R.: No, el mapa también nos muestra que hay un gran porcentaje de la zona que está en buenas condiciones.

¿Cuáles son las principales causas de pérdida de biodiversidad en el Chocó Biogeográfico?

G.R: A las actividades extractivistas como la minería, que es el principal motor de pérdida de la biodiversidad en el Chocó Biogeográfico, se suma la ampliación de la frontera agrícola, la ganadería y, en los últimos años, los cultivos ilícitos.

¿Qué zonas del Chocó Biogeográfico son las más afectadas?

El mapa muestra cómo el norte, que es la región del Darién y Urabá -de Antioquia y Chocó-, por todos estos motores, tienen problemas estructurales y han comprometido la vegetación típica.

Igualmente, en la zona sur, en el San Juan, debido a la minería, y también al sur, en  Nariño y, específicamente, en Tumaco, Guapi Timbiquí, hay muchos problemas asociados con la minería. Ahí tenemos un panorama de puntualizar zonas, ver situaciones y tomar decisiones para hacer una gestión ambiental correcta.

Frente a su preocupación por las zonas degradadas, ¿cuáles son las principales amenazas?

G.R.: Primero, por no tener una herramienta, hay poca planificación del uso del territorio en sus atividades productivas, eso hace que grandes áreas muy sensibles, de asociaciones que solo se dan en ciertos espacios, se vean involucradas en cambios del uso del suelo.

¿Qué acciones han pensado para recuperar la vegetación y tratar de conservar lo que queda?

G.R.: Aquí hay que hacer un ejercicio de ordenar el territorio y luego planificar su uso. Hay que homologar las herramientas como el mapa y armonizarlas para tener una escala de detalle que nos permita tomar las mejores decisiones.

Desde el Instituto, buscamos poner cada cosa en su sitio, planificar, este es un territorio donde el 80% está titulado a comunidades negras e indígenas y esto hace que, en una mirada ordenada del mapa, podamos hacer esa línea de tiempo que nos ubique los elementos que tenemos en el territorio para su manejo, conservación y uso, a partir de su potencial, con el objetivo de no perder el capital natural ni la oferta que tienen estos ecosistemas en los servicios que prestan a las comunidades.

¿De quién dependería este compromiso de conservar, regenerar?, ¿quiénes son los dolientes del Chocó Biogeográfico?

G.M.: Esto tiene que ser una apuesta sectorial del SINA, porque muchas veces creemos que la responsabilidad recae solo en el MADS y no es así. Se trata de un sistema que desborda el MADS, incluye a las CAR, los institutos de investigación. En el caso del Chocó, compartimos nuestra jurisdicción con el Invemar, que también está asociado con franjas importantes como los manglares.

Creo que una combinación de responsabilidades podría hacer que nosotros tuviéramos elementos para una adecuada gestión, luego una posición de país que tenga una mirada multisectorial. Necesitamos, por ejemplo, que el Ministerio de Agricultura sepa qué hacer; que el Minminas también sepa cómo desarrollar minería sostenible en el territorio, que las mismas autoridades encargadas de las obras de infraestructura se pongan de acuerdo.

La responsabilidad central es del SINA y luego es necesaria una articulación intersectorial que permita una gestión adecuada, tanto de la vegetación como de los servicios ecosistémicos que se prestan.

¿Cómo fue la experiencia para llegar al mapa de vegetación natural?

G.R.: Este ejercicio no fue muy fácil, porque tiene muchísimos elementos que inciden, creo que no había mejor coordinador que el profesor Rangel, por su amplio conocimiento del territorio.

El mapa es un punto de partida, una base muy importante, el país no contaba con esta herramienta, tomamos todo el legado que han dejado los estudiosos de la vegetación, para saber qué teníamos y qué tenemos ahora para el desarrollo adecuado de la gestión ambiental.

Creo que desde el Chocó Biogeográfico nosotros tenemos mucha tranquilidad por este ejercicio que nos sorprende en algunas situaciones que no creíamos que estaban tan marcadas en el territorio, pero también nos da la tranquilidad de que tenemos un amplio territorio conservado y que en los bosques tiene posibilidades para generar un desarrollo y combatir la pobreza propia de esta región.

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